La Hna. Hernández* me llamó y oí en su voz la desesperación. «Pastor Jon, ¿puedo pasar y platicar contigo acerca de algo muy importante?» Respondi
La necesidad de involucrar a cada miembro del cuerpo
La Hna. Hernández* me llamó y oí en su voz la desesperación. «Pastor Jon, ¿puedo pasar y platicar contigo acerca de algo muy importante?» Respondí: «Claro que sí. Aquí estoy en la oficina mañana a las 10 a. m. ¿Está bien?» Ella: «Sí. Perfecto. Nos vemos entonces».
La hermana estaba molesta por una situación social en nuestra comunidad, y ella pensaba que la iglesia y los pastores debían hacer algo, decir algo. Cuando llegué a mi oficina, comenzó a «enseñarme» lo que dice la Biblia, mandarme lo que debo hacer, y compartió plenamente sus ideas sobre el asunto. Por 30 minutos, escuché lo que le molestaba.
Al final, respondí: «Hermana, entiendo que usted se siente fuertemente afectada por este asunto. Comprendo que su entendimiento escritural es que esta situación no es correcta. Percibo que está muy molesta por la situación. Solo puedo imaginar todos los sentimientos que está experimentando. Y lo difícil que es mantener su posición frente de esta situación».
Ni afirmé ni rechacé su perspectiva. No menosprecié sus sentimientos. Solamente proveí un espacio seguro sin juramento para expresar sus pensamientos, sus temores y su ira sobre un asunto importante para ella.
Al fin, salió muy contenta. ¿Por qué? Porque se sintió escuchada. Una gran parte del cuidado pastoral es estar presente con oídos dispuestos.
ESTAR Y ESCUCHAR: FUNDAMENTOS DEL CUIDADO PASTORAL
En la gran historia de Job, después de perder sus hijos, sus riquezas y su salud, los tres amigos llegaron. Elifaz, Bildad y Zofar llegaron a encontrar a Job sentado en cenizas y raspando sus heridas con un pedazo de barro. Al final del capítulo dos, «durante siete días y siete noches se sentaron en el suelo para hacerle compañía. Ninguno de ellos se atrevía a decirle nada, pues veían cuán grande era su sufrimiento» (2:13). Este es uno de los ejemplos más poderosos del cuidado pastoral en el Antiguo Testamento. En el capítulo tres, también: «Después de esto, Job rompió el silencio para maldecir el día en que había nacido...» (3:1). Otra vez, los amigos permitieron que Job gritara y expresara sus sentimientos. Los amigos de Job llegaron a la situación e hicieron dos cosas sumamente importantes: estaban presentes en su momento de necesidad y escuchaban mientras Job expresaba sus sentimientos y pensamientos.
Prácticamente, una de las cosas más importantes que podemos proveer a otros son oídos atentos. La psicología y la sociología nos enseñan que «la necesidad de ser escuchado es una de las necesidades más básicas pero potentes que tenemos como seres sociales». Algunos estudios surgieren que la gente se siente escuchada cuando estamos realmente presentes (no en nuestros celulares), validando los sentimientos del otro (no «afirmando» o «rechazando» sino simplemente reconociendo y nombrando los sentimientos), y escuchando, pero no corrigiendo (eso es ser escuchado sin sentirse juzgado).
FUERA DE MI ÁREA DE ESPECIALIDAD
La mencionada hermana me habló de un asunto teológicosocial. En los asuntos bíblicos, me siento bien. En los asuntos
de matrimonio, con 33 años con mi esposa, sí, conozco un poco. En tratar con adolescentes, sí —con un hijo y dos hijas, que no han sido «santos» todo el tiempo —, yo sé un poco y puedo discutirlo. Pero, hay áreas fuera de mi zona de confort. Puedo citar algunos versículos y hacer una oración, pero muchas veces la gente busca algo más. Y si podemos dirigirles hacia alguien más, debemos hacerlo.
Cuando Rogelio y Karen se acercaron a mí para comentar la situación de su bebé recién nacido, con problemas de desarrollo, yo estaba fuera de mi área de especialización. Pero conozco a una pareja en nuestra congregación con una hija preciosa, una hija discapacitada. Esta pareja, Rubén y Sandra, ya han navegado las aguas de esta situación. Entonces, solo tenía que llamar a la pareja y decirles: «Hay una pareja con un bebé... discapacitado. Ellos quieren hablar con alguien...» Sin decir más, ellos estaban listos y dispuestos a compartir con ellos, caminar con ellos. Por sus propias experiencias, ellos eran las personas perfectas para proveer el cuidado pastoral en esta situación. Somos mejores en equipo.
Cuando Carlos se me acercó después del servicio un domingo, pude ver la falta de sueño en sus ojos. «Que tal?», le pregunté. «Ay, pastor... es mi hijo. Él está en una situación difícil... estamos en una situación difícil. Creo que está experimentando con drogas. ¿Qué hacer?», me respondió.
Yo sabía el peligro de perder hijos en momentos así, es tan fácil reaccionar fuertemente —con las mejores intenciones— y romper la relación. Yo sabía también que David y Karla ya pasaron por este mismo camino en el año previo... y salieron de este valle con una relación intacta con su hijo. No todo fue perfecto, pero al enfocarse en mantener la relación, pudieron tratar con su hijo y la situación.
En la tarde, llamé a David y Karla, expliqué lo que estaba pasado con Carlos y su hijo y les pedí platicar con Carlos. ¿La respuesta? «Claro que sí...» Somos mejores en equipo.
CUANDO EL CUERPO FUNCIONA MEJOR
La Palabra es muy clara cuando dice que todos recibimos dones espirituales (1 Cor. 12). Pablo nos recuerda que...
«Aunque el cuerpo es uno solo, tiene muchos miembros, y todos los miembros, no obstante ser muchos, forman un solo cuerpo» (v. 12).
Este cuerpo funciona bien cuando permitimos a cada miembro hacer su función. Como pastor, no puedo ser tan arrogante y pensar que soy el único que puede ayudar a otros. Como Moisés en el Antiguo Testamento (Éx. 18) y los apóstoles en el Nuevo Testamento (Hch. 6), tenemos que compartir la obra del cuidado pastoral con otros miembros «del cuerpo».
Estar, escuchar y compartir: Cuando ejercitamos esto y enseñamos a otros a hacer lo mismo, podemos ver el cuerpo mejorando en salud y fuerza. El cuidado pastoral es mejor cuando lo hacemos en equipo. Saludos.
* En todos los casos mencionados en el artículo, los nombres de las personas han sido cambiados.
POR JON HERRIN
El Rvdo. Dr. Jon A. Herrin es teólogo, escritor y pastor. Después de servir por siete años en Venezuela y México, él y su esposa, Jeanne, viven ahora en los Estados Unidos en la frontera de Texas con México donde Jon sirve como pastor y profesor de ministerio cristiano. Él es autor del libro recién publicado, Making Sense of It All: Reflections on the Ancient Narratives of Genesis (Descubriendo el sentido de todo: Reflexiones sobre las antiguas narrativas de Génesis). Él y su esposa tienen tres hijos grandes y un nieto. Sus intereses incluyen la teología, el senderismo y el café expreso.